El Punto de equilibrio, ...
Mateo 7: 1/ 5 »No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes. ¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo”? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo. DHH.
... desde el que podemos tener certeza de lo que somos y de lo que podemos ser, en relación genuina con los demás, es la juiciosa evaluación de nuestra conducta ante Dios, al hacerlo Su Santidad, nos dejará en el lugar exacto en el que debemos estar.
El efecto de juicio que produce en los seres humanos la Santidad de Dios, es lo que El Espíritu Santo obra en cada uno, a fin de que no se equivoque aplicando criterios puramente humanos para medirse ante los demás -Juan 16: 7/8-, porque el criterio con el que Dios mide, es su perfecta justicia, que es la que le da forma a su perfecto Amor.
He aquí una forma de enfrentar la mirada de Dios, que es lo que nos equilibra, lo que no nos da ventaja alguna unos sobre otros, a pesar de las "investiduras que los seres humanos se inventan"; los ciudadanos de las naciones nombran a otro ciudadano para que sea su primer subalterno.
Pero este, al ser nombrado, se autoconvierte en un a especie de dios, al que ninguno de los que lo nombraron puede acercarse y mucho menos, lo impensable de que le rinda cuentas del cargo que le encomendó; hace y deshace en relación o compañía de otros subalternos; los senadores, los representantes los jueces etc.
Esta conducta por si sola, obrando en desconocimiento de sus reales jefes los ciudadanos, es contraria a la Justicia y santidad de Dios, que resulta ser simplemente pecado, en el que todos estos "se sienten con derecho a juzgar", solo porque tienen en sus manos las llaves de las cárceles, no porque no merezcan estar en ellas.
Avanzar desde el punto de equilibrio, en el que los seres humanos somos solo eso, simples seres humanos, es posible únicamente por El Amor de Dios, que nos dió en su hijo unigénito Cristo Jesús, la explicación a nuestra naturaleza humana y nos da la opción de ser parte de la naturaleza Divina, solo hay que aceptar lo que somos y recibir el regalo del perdón y darle lugar en nuestro corazón.
Juan 8: 3/11 Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer, a la que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes, y dijeron a Jesús:—Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio. En la ley, Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices? Ellos preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo:—Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra. Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella le contestó: —Ninguno, Señor. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar. DHH.
... desde el que podemos tener certeza de lo que somos y de lo que podemos ser, en relación genuina con los demás, es la juiciosa evaluación de nuestra conducta ante Dios, al hacerlo Su Santidad, nos dejará en el lugar exacto en el que debemos estar.
El efecto de juicio que produce en los seres humanos la Santidad de Dios, es lo que El Espíritu Santo obra en cada uno, a fin de que no se equivoque aplicando criterios puramente humanos para medirse ante los demás -Juan 16: 7/8-, porque el criterio con el que Dios mide, es su perfecta justicia, que es la que le da forma a su perfecto Amor.
He aquí una forma de enfrentar la mirada de Dios, que es lo que nos equilibra, lo que no nos da ventaja alguna unos sobre otros, a pesar de las "investiduras que los seres humanos se inventan"; los ciudadanos de las naciones nombran a otro ciudadano para que sea su primer subalterno.
Pero este, al ser nombrado, se autoconvierte en un a especie de dios, al que ninguno de los que lo nombraron puede acercarse y mucho menos, lo impensable de que le rinda cuentas del cargo que le encomendó; hace y deshace en relación o compañía de otros subalternos; los senadores, los representantes los jueces etc.
Esta conducta por si sola, obrando en desconocimiento de sus reales jefes los ciudadanos, es contraria a la Justicia y santidad de Dios, que resulta ser simplemente pecado, en el que todos estos "se sienten con derecho a juzgar", solo porque tienen en sus manos las llaves de las cárceles, no porque no merezcan estar en ellas.
Avanzar desde el punto de equilibrio, en el que los seres humanos somos solo eso, simples seres humanos, es posible únicamente por El Amor de Dios, que nos dió en su hijo unigénito Cristo Jesús, la explicación a nuestra naturaleza humana y nos da la opción de ser parte de la naturaleza Divina, solo hay que aceptar lo que somos y recibir el regalo del perdón y darle lugar en nuestro corazón.
Juan 8: 3/11 Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer, a la que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes, y dijeron a Jesús:—Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio. En la ley, Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices? Ellos preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo:—Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra. Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella le contestó: —Ninguno, Señor. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar. DHH.