Jamás, ...

Juan 10: 31/33 Una vez más los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús les dijo: —Yo les he mostrado muchas obras irreprochables que proceden del Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear? —No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios. NVI.

... apedreado, Únicamente Sacrificado, Unicamente molido torturado, abofeteado, hecho burla de malhechores, escupido, sorteado entre libertinos, declarado culpable por la maquinación llamada Justicia de los fenómenos mas aborrecibles de las tinieblas, vulgarizado por los que recibieron soborno, hecho espectáculo público por los que son el perfecto ejemplo de la naturaleza demoniaca, vestidos de religión, de política que ejerce la autoridad y de ciudadanos.

Isaías 53: 1/12 ¿Quién realmente creyó lo que oímos? ¿Quién vio en ello el gran poder del SEÑOR? Creció delante de Dios como un retoño, como una raíz en tierra seca. No había en él hermosura o majestad como para que nos fijáramos en él. No había en él nada atrayente como para que nos gustara. La gente lo despreció y hasta sus amigos lo abandonaron; era un hombre lleno de dolores y conocedor del sufrimiento. Y como alguien a quien otros evitan, lo despreciamos y no pensamos que fuera alguien importante. Verdaderamente él soportó todos nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores. Aunque nosotros pensamos que Dios lo había castigado, golpeado y afligido, en realidad él fue traspasado debido a nuestra rebeldía. Fue magullado por las maldades que nosotros hicimos. El castigo que él recibió hizo posible nuestro bienestar. Sus heridas nos hicieron sanar a nosotros. Todos nosotros nos habíamos perdido como ovejas. Cada uno agarró su propio camino. Pero el SEÑOR cargó en él todo el castigo que nosotros merecíamos. Lo trataron cruelmente y lo torturaron, pero él se mantuvo humilde y no protestó. Permaneció en silencio, como cuando llevan a un cordero al matadero o como cuando una oveja guarda silencio ante los que la trasquilan. Después de que lo arrestaron y condenaron, se lo llevaron. ¿Y a quién le importó lo que le iba a pasar? Porque a él lo quitaron del mundo de los vivos. Lo mataron por los pecados de su pueblo. Lo enterraron al lado de criminales y en una tumba de ricos, aunque él nunca fue violento ni engañó a nadie. Pero el SEÑOR se agradó de su humilde siervo, quien tanto sufrió. Después de ser ofrecido como sacrificio por el pecado, él verá a sus descendientes, alargará su existencia y la voluntad del SEÑOR prosperará a través de él. Después de ese terrible sufrimiento, él verá la luz. Se sentirá satisfecho con todo lo que experimentó. «Mi siervo, que siempre hace lo justo, salvará a muchos, y cargará con el castigo que merecían las maldades de ellos. Por lo tanto, yo haré que esté al lado de los grandes, y que comparta el botín con los poderosos. Porque él se entregó voluntariamente a la muerte. Fue tratado como un criminal, pero en realidad el cargó sobre sí el castigo que muchos merecían. Ahora él está ante mí, intercediendo por los pecadores». PDT.

Dios levantó a Cristo Jesús en la cruz, para revelarse a la humanidad en la plenitud de su Amor, de su Justicia y de su Santidad, en el escenario de la redención, la justificación y la regeneración, la humanidad puede por primera vez y para la eternidad conocer a Dios, pero en esa experiencia ocurrirá también por primera vez que los seres humanos se conocerán a si mismos y los que han sido encontrados capaces de contener el amor en su corazón, serán hechos el templo en que Dios habita, en Cristo Jesús por la unción del Espíritu Santo.

Hechos 8: 26/38 Un ángel del Señor le dijo a Felipe: —Ve hacia el sur por el camino desierto que va de Jerusalén a Gaza. Así lo hizo. Y por el camino se encontró con un etíope eunuco, el tesorero de Etiopía, funcionario poderoso de la reina Candace. El etiope que había ido a Jerusalén a adorar en el templo. En el viaje de regreso, el funcionario iba en su carroza leyendo el libro del profeta Isaías. —Da alcance a esa carroza —le dijo el Espíritu Santo a Felipe—, y acércate a ella. Felipe obedeció presuroso y, al acercarse, escuchó lo que el funcionario iba leyendo. —¿Entiendes eso que lees? —le preguntó. —¿Cómo lo voy a entender si nadie me lo ha explicado? —contestó. Entonces invitó a Felipe a que subiera a la carroza y se sentara con él. El pasaje de las Escrituras que estaba leyendo era el siguiente: “Como oveja a la muerte lo llevaron, y como cordero mudo ante los que lo trasquilan, no abrió la boca. En su humillación, no se le hizo justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia? porque arrancaron su vida de esta tierra.” —¿Hablaba el profeta de sí mismo o de otra persona? —le preguntó el eunuco a Felipe. Y Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, se puso a hablarle de las buenas noticias acerca de Jesús. A un lado del camino encontraron agua. —¡Mira! ¡Aquí hay agua! —exclamó el funcionario—. ¿Por qué no me bautizas? —Siempre y cuando creas de corazón, no hay nada que lo impida —le dijo Felipe. —“Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”, —respondió el eunuco. Detuvieron entonces la carroza, bajaron ambos al agua y Felipe lo bautizó. NBD.

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